Christian Arntz Mac-Evoy
Presidente de la Sociedad Agrícola y Ganadera de Osorno, SAGO A.G.
Hace 372 días se inició una ola de violencia que, más allá de las demandas que la originaron, sorprendió a todos.
Al 13 de noviembre de 2019, la Cámara de Comercio de Santiago cuantificó el costo del vandalismo en 4.500 millones de dólares: 2.329 millones correspondían al costo de reposición de la infraestructura pública y 1.949 millones al ítem veredas y calles, dentro de los cuales 1.287 millones correspondían a Santiago, 380 millones a Valparaíso y 282 millones a Concepción. Junto a lo anterior, el costo del ítem «edificación no habitacional» se estimaba en 2.250 millones de dólares, y el resto, (380 millones), correspondía a los daños al Metro. El cálculo de este gremio, sin embargo, se quedó corto, ya que la ola de vandalismo excedía por mucho a las ciudades en las cuales se realizó el cálculo.
Las Pymes afectadas, en tanto, bordeaban las 7 mil y la pérdida de empleos se estimaban en un rango “optimista” de 80.000 plazas menos proyectadas a diciembre de 2019 y un escenario pesimista de 300.000 puestos de trabajo menos.
Este era el contexto en el cual la clase política pactó el día 15 de noviembre de 2019 un Plebiscito para definir un cambio de Constitución. Los actos vandálicos, sin embargo, no retrocedieron después de ello y la proyección de la destrucción de empleos siguió su curso, dando un “pequeño respiro” en verano. Luego ingresamos a la peor Pandemia Global de la cual se tiene registro en el último siglo en el mundo: el Coronavirus Covid-19 y pesar del negativo contexto previo al inicio de esta grave emergencia sanitaria, la solidez del país y sus instituciones forjadas en las últimas tres vilipendiadas décadas le ha permitido salir adelante.
Independiente del resultado del plebiscito de hoy, los chilenos debemos aprender las lecciones que han dejado estos 372 días: nuestra nación no es un “país culiao”, como aseveró el honorable senador y casi presidente de la República Alejandro Guillier, porque “un país culiao” no exhibe los índices de superación de la pobreza que tiene el nuestro en las últimas tres décadas. En segundo término, no podemos volver a permitir que los políticos prometan soluciones a las pensiones, a la seguridad ciudadana, a la salud y la educación en cada campaña por más de una década, para olvidarse de ello cuando llegan al poder, mandando a la gente a levantarse más temprano para subirse a la micro, el metro o hacer la cola en el consultorio, donde debe aprovechar de comprar flores porque están más baratas…
Es el tiempo de la democracia y la vía institucional y no el chantaje de la violencia. Después de hoy, no hay excusas.