Cuando poco más del 80% del empleo lo entrega el sector privado, principalmente a través de micro, pequeñas y medianas empresas, queda muy poco que discutir acerca de la necesidad que las políticas públicas apunten al lugar que deben, es decir, hacia la generación de condiciones para emprender.
Se acaba 2020 en modo pausa y si bien el país parece resistir el empobrecimiento, lo cierto es que lo ha hecho por la vía del endeudamiento personal -retiro de fondos de pensiones- y del endeudamiento del Estado que tarde o temprano tendremos que pagar.
No hay Estado de Bienestar que resista este país que está en permanente modo de redistribución, porque antes de lo que se crea no quedará mucho por distribuir, por mucho que lo escribamos en la nueva Constitución. Nuestro Estado gasta actualmente 70 mil millones de dólares anuales y en los próximos esta cifra sólo aumentará. Hay quienes dicen: “expropiemos a los más ricos”, pues bien, la sumatoria de las 10 más grandes fortunas chilenas -Luksic, Angelini, etcétera- alcanzan apenas para cubrir seis meses de gasto estatal. Sí, así de grande es su tamaño y también su ineficiencia. Sólo en el nefasto Transantiago, por ejemplo, el Estado ha metido más de 20.000 millones de dólares, que equivalen a la suma de las fortunas de Luksic y Piñera.
No se trata de que Chile se convertirá en Venezuela. Para nada, porque no somos tan idiotas como para repetir este ejemplo, pero igual vale la pena observarlo. En mayo de 2009, Hugo Chávez dio un paso más, con una reforma legal que le permitió pasar de la nacionalización a la estatización de 60 empresas ligadas a la producción del petróleo y todo parecía ir bien, pero por razones que poco tenían que ver con él. Cuando asumió en 1999, el precio del barril de petróleo estaba en US$ 11. En 2004 se duplicó y luego llegó hasta los US$ 103 promedio y a pesar de todos esos miles de millones que entraron a la economía, la deuda externa de Venezuela supera, al menos, los 100 mil millones de dólares que ya no tienen fecha de pago. La pobreza campea y 5 millones de personas han salido de sus fronteras para vivir en la pobreza en Perú, Argentina, Bolivia, Chile, etc… Eso pasa cuando se desarrolla una fe ciega en el Estado y se olvida que, sin condiciones para emprender, no hay país que aguante, ni siquiera uno tan rico como Venezuela, ni menos aún uno pobre como Chile.
Por Sergio Willer Daniel
Vicepresidente de la Sociedad Agrícola y Ganadera de Osorno, SAGO A.G.
Publicada en el Diario El Austral de Osorno, Domingo 06 Diciembre 2020