El empresario gastronómico argentino Alberto Pérez, fundador del restaurant de Bariloche «El Boliche de Alberto», falleció esta tarde en un hospital privado, en el que permanecía internado.
Alberto tenía 83 años y fue el impulsor del tradicional emprendimiento gastronómico de la ciudad turística trasandina, que se transformó en uno de los principales íconos del rubro de la localidad, y visita obligada para los osorninos que cruzaban la cordillera.
En diciembre de 2015, Alberto Pérez dioi una entrevista al diario La Nación, en que contó buena parte de sus secretos. Relató que vivió con su familia en pleno centro porteño (frente al popular Pippo), se formó como técnico oficial matricero y trabajó en Siam hasta los 29 años. Hasta que su tío Enrique, dueño de la mítica parrilla La Estancia, lo llevó a trabajar con él. Su primera labor fue, durante un mes, rascar y limpiar la parrilla sin que le dejaran tocar ni una pieza de carne.
En los tiempos de la plata dulce se resistió a ingresar al mundo de la especulación y su apuesta por el trabajo lo llevó a la quiebra. Entonces, decidió cambiar de aire y, antes de emigrar, se imaginó cocinando en el sur de la Argentina.
El portal de noticias local Bariloche2000 cuenta que el empresario llegó a Bariloche a los 40 años, en la década de los 80, por sugerencia de un amigo, cuando había pensado en irse a Estados Unidos. Junto a su mujer, Susana, buscaron un lugar para instalar la parrilla y comenzaron en Dina Huapi.
En tanto, de acuerdo con lo relatado por el diario «El Cordillerano», tras abrir dicho local que tenía como objetivo principal abastecer a los camioneros, después cruzó el puente del río Limay, en territorio de Neuquén, donde se instaló en el legendario edificio de la familia Jones. Desde entonces, la empresa tuvo un crecimiento sostenido aunque siempre con el particular estilo de Alberto.
De hecho, durante los primeros años fue el propio Alberto quien se encargó de la parrilla para deleitar a los comensales que elegían su espacio para disfrutar de distintos cortes de carne. Con el paso de los años eligió un nuevo lugar, al lado del puesto caminero, en el acceso a Bariloche.
Los locales de calle Elflein, Villegas y del kilómetro 8 se complementaron luego con un espacio dedicado exclusivamente a la elaboración de pastas caseras, en la esquina de Villegas y Elflein. Además tuvo un restaurante en Mitre y Frey, y luego construyó un local propio de pastas en Elflein, entre Quaglia y Villegas.
También ideó un espacio gastronómico en la capital neuquina aunque luego decidió franquiciar el espacio a Flavio Barberis, quien hasta ese momento había sido proveedor de la empresa.
Alberto siempre basó su estilo en los detalles y la atención personalizada y era su costumbre, incluso hasta hace pocas semanas, recorrer mesa por mesa para tener la opinión de los comensales.
El Boliche de Alberto logró reconocimiento internacional, incluso obteniendo distinciones en Europa, las cuales exhibía en su oficina administrativa, ubicada en la planta alta de una de sus parrillas.
A pesar del éxito y de la expansión de su empresa, Alberto eligió siempre mantener la génesis familiar de la compañía y compartir su conducción con su hija y su yerno, Ana y Mario, y su esposa, quien lo acompañó hasta su despedida.
Su fallecimiento generó gran conmoción en el ámbito gastronómico de la ciudad de Bariloche. La Comisión Directiva de la Asociación Empresaria Hotelera Gastronómica de la ciudad (AEHGB) lamentó profundamente el fallecimiento de Alberto, socio de la institución “y gran impulsor de la gastronomía y el turismo de la ciudad”.