En el ambiente futbolero chileno, por primera vez el hincha de la Roja sentía cierta presión en la previa del partido ante Venezuela por las eliminatorias, tras el empate conseguido por los llaneros, nada menos que de visita ante Brasil.
Por su parte, Chile venía de ganar a un timorato Perú y así y todo, tuvo problemas para lograr esos tres puntos que algo maquillaban la triste realidad nacional.
Y bueno, el hincha, generalmente termocéfalo, en esta ocasión fue bastante mesurado en aterrizar las pretensiones de la Roja, que literalmente, fue una débil visita para los envalentonados venezolanos.
Por su parte, los jugadores de Berizzo siguen viviendo una burbuja de grandeza injustificada y demostraron con creces que no son el recambio que la hinchada espera. Son meras comparsas del concierto sudamericano y futbolistas de relleno en las ligas del extranjero.
Para muestra, tres ejemplos: el infantil error de Paulo Díaz que permitió el primer gol de Soteldo a los 45′. A los 59′ Marcelino Ñuñez borró de un plumazo todo lo bueno del partido anterior y se hizo expulsar torpemente por tocar al árbitro de forma amenazante. Y el tercer error, la pésima salida de Brayan Cortés ante una rápida incursión de Soteldo que finalizó con el gol de Salomón Rondón, a los 72′ del complemento.
El resto del encuentro fueron al ritmo de los oles locales y con Chile fiel a su estilo: simplemente jugando por jugar y cero sed de revertir las desventajas, sumado a las inexplicables decisiones técnicas de Eduardo Berizzo.
Y faltaba el mazazo final. A los 80′, el soberbio Yeferson Soteldo se hizo un parque de diversiones con la defensa chilena y Darwin Machís solo la empujó para anotar un histórico 3 a 0.
Decir vergüenza es poco. Y el camino al Mundial 2026 comienza a tener más tintes de un sueño, a veces pesadillesco, que de franca realidad.
