Según el último informe de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias respecto al mercado de carne bovina es lapidario: el precio nominal del ganado a nivel nacional reportado por las ferias ganaderas comenzó 2019 con una baja en todas las categorías comparado con el mes de enero del 2018. Las mayores caídas se registran para las categorías terneros, terneras, vacas carcazas y novillos engorda.
Según el presidente de la Sociedad Agrícola y Ganadera, Christian Arntz, la señal es más que preocupante cuando se cuantifica la dimensión de la caída: el precio de la carne bovina se encuentra hoy en los mismos niveles de 2010, cuando comenzó el despertar del sector, tras un largo período oscuro, gracias al mejoramiento del precio internacional, es decir, regresamos a la época donde no se veía futuro en la ganadería nacional.
Lo que sucede es simple: el mercado interno está saturado de carne importada a bajo precio y dudosa calidad.
Ante ello, es que se menciona que seguimos existiendo, porque nos hemos continuado adaptando a las condiciones de una economía abierta al mundo, reglas que no cambiarán porque en ello está la clave del desarrollo económico del país, y el interés particular, en este caso el nuestro, no puede anteponerse al bien común general.
Lo anterior, no obstante, no puede hacernos perder la mirada respecto de que la caída de la masa bovina chilena en las últimas dos décadas, desde poco más de 4 millones a alrededor de 2,8, sin contar el aumento de la prevalencia de las razas lecheras frente a las cárnicas en el mismo proceso, es una muestra clara de que estamos llegando a la línea de flotación del rubro y que no podemos continuar decreciendo. El cambio de la norma de tipificación que hemos consensuado nos permitirá mejorar nuestra presencia en el mercado interno, pero no será suficiente, porque la carne importada seguirá siendo más barata. El camino, por lo tanto, es la diferenciación por calidad y el abordaje de mercados del exterior, utilizando para ello las ventajas que la Ley de Cooperativas entrega a los agricultores.
La tendencia mundial en materia de consumo acrecienta las ventajas competitivas de nuestra producción de carne en base a pastoreo -misma gran ventaja que se da en el sector lácteo-, por estar absolutamente en línea con los estándares de bienestar animal que exige la sociedad moderna, sin mencionar, a raíz de lo mismo, la calidad insuperable de nuestro producto. La oportunidad, por lo tanto está y es muy robusta. Este es el desafío a enfrentar de manera rápida si queremos que la producción de carne siga existiendo. De nosotros depende.