Pensar en celebraciones masivas y espectáculos, es muchas veces sinónimo de fuegos artificiales y pirotecnia. No está claro en el momento de la historia en que se inventan. Se hace referencia, sin embargo, a algún lugar alrededor del año 800, en que alquimistas chinos mezclaron salitre, azufre y carbón y crearon una pólvora cruda, que primero empacaron en brotes de bambú que arrojaban al fuego.
Posteriormente descubrieron el potencial de esa fórmula. Podían generar explosiones que “alejarían a los espíritus malignos”. De China, pasaron a Medio Oriente y a la India. Un largo recorrido hasta la actualidad, en que han evolucionado a complejos mecanismos.
China sigue produciendo fuegos artificiales. Actualmente es el país que más importa este producto en el mundo. Un elemento indispensable en festejos de Año Nuevo o grandes celebraciones, que pueden ser espectaculares, pero a su vez muy riesgosos. Por eso, en Chile desde el año 2000 hay normativas para su uso, y la importación y venta está regulada.
Previo a ese cambio legal, cada año cerca de 70 a 80 niños sufrían lesiones graves por esos explosivos.
La ley 19.680 que prohíbe el uso de fuegos artificiales y la reforma a la ley 17.798, sobre control de armas y explosivos se publicó el 25 de mayo del 2000 en el Diario Oficial. Prohíbe la venta al público de fuegos artificiales y regula la realización de espectáculos pirotécnicos masivos. Las multas que establece varían de 10 a 50 unidades tributarias mensuales (UTM) (desde $496.730 a $2.483.650) para el caso de la comercialización, con posibilidad de clausura, y en el caso fabricación, es de entre 25 a 75 UTM (desde 1.241.825 a $3.725.475), con posibilidad de cierre del establecimiento.
Niños y también algunos adultos resultaban quemados, mutilados e incluso muertos por el uso de esos elementos. En algunos casos se trató de personas que los manipulaban, pero también observadores. Antes de la implementación de la ley (1999-2000) hubo 77 niños lesionados a causa de los fuegos artificiales domésticos. Esa cifra bajó a 10 en el período siguiente (2000 – 2001), señala Jorge Rojas, presidente y fundador de Coaniquem.
Fueron seis años los que se discutió la ley. No fue una tarea fácil, recuerda Rojas. Se necesitó una ardua campaña de concientización sobre los peligros del uso de fuegos artificiales.
Estaba normalizado su uso y los niños los manipulaban como un juguete más. Éstos últimos eran también los más afectados. Datos de un estudio de vigilancia epidemiológica que presentó Coaniquem en 1994, cuando se inició la discusión legislativa, mostraba que entre el 4 de diciembre de 1993 y el 4 de enero de 1994, un total de 44 niños hicieron consultas por quemaduras por fuegos artificiales. De ellos, 28 eran hombres (63,6%) entre 1 y 15 años de edad, concentrándose las mayores frecuencias en los niños de 6 a 10 años.
El estudio indicaba que el mayor porcentaje de quemados (37,3%) se registró el día 1 de enero. En dos tercios de los casos (29/44), el accidente ocurrió entre las 22 y las 03 horas. Además, el 70% de los niños quemados procedían de comunas de bajo nivel socioeconómico.
Estadios y narcofunerales
Han pasado dos décadas. Las cifras bajaron y se llegó a promedios de 5 a 6 niños afectados. Pero en los últimos años se ha perdido el miedo a los fuegos artificiales, dice Rojas. Nuevamente se está normalizando su uso doméstico, pese a que se sanción. “Se ven más en los estadios como en los narcofunerales. Ese es un tema que tiene que resolver la autoridad, pero es parte del mismo proceso, nosotros estamos por defender que los niños no sean heridos”, indica.
Preocupante son los datos de las últimas fiestas de fin de año. Se registraron 11 niños heridos, siete antes de la noche de Año Nuevo y cuatro ese mismo día. Rojas indica que hay casos de niños menores de tres años, como una niña de en Iquique, que era observadora y la quemó quien manipulaba el fuego.
Entre los años 2016 y 2017, se registraron cinco casos. En el periodo siguiente, 2017 y 2018, seis niños resultaron lesionados. Y entre el 2018 y 2019, aumentaron a ocho casos.
También hay ocho adultos heridos y dos de ellos graves. Uno es un joven de 20 años en Valparaíso, que le explotaron los fuegos artificiales en la boca y tuvo fractura de hueso de la mandíbula y pérdida de piezas dentales, y otro un joven de 25 años en Maipú, al cual se le amputaron dos dedos.
“Son situaciones gravísimas”, indica Rojas, que advierte que cuando hay un fin de semana cerca de una fiesta, como en este caso Año Nuevo, “se hace una extensión de la celebración y sigue con los mismos códigos, por lo que puede haber más heridos”.
La ley fue un avance. No hay duda de ello, dice Rojas. Las cifras lo demuestran. Pero con la ley hay un tema pendiente, “como esto está tipificado como falta y no como delito, la máxima sanción es una multa, no resulta tan efectiva”.
Reconoce que la legislación chilena ha sido modelo en este sentido para otros países, pero ahora hay que hacer ajustes. “El 2018 se presentó un proyecto de ley para modificarla tipificando el ilícito como un delito. Actualmente está prohibido el uso, la venta, la importación, la tenencia y el transporte”, detalla.
Hoy el gran esfuerzo, dice, consiste en reforzar la campaña en contra del uso de fuegos artificiales durante todo el año, y no solo en época de fiestas. Antes de la aprobación del proyecto realizaron intensas campañas advirtiendo los riesgos. “Fueron seis años de campaña en que tuvimos que lamentar niños que perdieron manos, genitales por explosión de fuegos artificiales en sus bolsillos, de niños que quedaron ciegos e incluso niños que murieron por ese motivo”, indica Rojas.
Hace 20 años se logró que la mayoría de la población adhiriera la campaña y se concretara la ley. Ahora es necesario volver a educar. “Acá hubo un acto inconsciente, no se dan cuenta que estaba haciendo algo de alto riesgo. Antes hubo un cambio cultural, porque la campaña significó que se tomó conciencia y ahora hay que volver a trabajar en eso”, plantea.
En esa nueva toma de conciencia, refuerza Rojas, es necesario incorporar otros elementos. “Hoy ha cobrado mucha importancia el impacto que el uso de fuegos artificiales tiene, por ejemplo, en los niños autistas que se desequilibran mucho, o en personas con estrés post traumático por fuegos artificiales, que reviven su trauma en cada evento”, explica.
Y no solo se trata de la salud humana. Las mascotas, tanto los perros, como peces y pájaros, entre otros, dice, se resienten mucho con los espectáculos. “Todo ello debe considerarse, junto con los incendios provocados por estos elementos, que es otro tema importante. Solo en Estados Unidos en el 2018 se generaron 18.500 incendios atribuidos a fuegos artificiales y en Chile por las condiciones climáticas estamos hablando de otro fenómeno que deberíamos considerar”.
Fuente: Qué Pasa – La Tercera