La pandemia no da tregua y en América Latina los gobiernos tratan a contrarreloj de evitar que colapsen sus sistemas de salud como ha pasado en algunos países de Europa o Nueva York.
En esta lucha, hay naciones que parecen haber logrado establecer estrategias exitosas a la hora de contener y mitigar la transmisión, y la cantidad de muertes a causa del covid-19.
Es el caso de Chile que, si bien ha confirmado un gran número de contagios (el segundo mayor de Sudamérica en términos absolutos), reporta hasta ahora una de las tasas de letalidad más bajas de la región.Para entender lo que hay detrás del caso chileno, primero es necesario revisar algunos números.
Según cifras oficiales del Ministerio de Salud de ese país, desde que se registró el primer caso el 3 de marzo hasta el 3 de abril había 3.737 casos confirmados de coronavirus y 22 víctimas fatales.
Así, Chile reporta en un mes una tasa de letalidad del 0,5%, similar a la de países como Corea del Sur, Alemania o Japón antes de que llegaran al pico de contagios y que son reconocidos internacionalmente por sus estrategias para hacer frente al covid-19.
Ahora, ¿cuál es la situación de Chile con relación al resto de América Latina?
Si bien es difícil hacer comparaciones, y las estimaciones tienen márgenes de error, pues dependen de la cantidad de pruebas que se hagan y los casos que existen en todos los países sin haber sido diagnosticados o reportados, Chile junto a Costa Rica son los que presentan las menores tasas de letalidad de la región (ambos de un 0,5%).
Nicaragua, por ejemplo, reporta un 20% de letalidad (el mayor de América Latina); mientras que Brasil, un 4%; Bolivia 6,8% y Honduras 6,7%.
Esto a pesar de que, si analizamos los casos positivos por cada 100.000 habitantes hasta este 2 de abril, Chile es el tercer país con mayor nivel de contagiados de la región, sumando una tasa de 18,1.
Panamá y Ecuador lo superan, con 35,3 y 18,5, respectivamente. Luego, vienen países como República Dominicana, con 12,9 por cada 100.000 habitantes; Uruguay, con 10,6; y Costa Rica, con 7,9.
Sin embargo, si se compara el número de muertos de estos mismos países (lo que, según expertos, tiende a ser más certero que el de infectados) la diferencia de Chile es notable.
Panamá tiene 0,88 muertos por cada 100.000 habitantes; Ecuador, 0,7; y República Dominicana, 0,56. Mientras que Chile solo tiene 0,09 víctimas fatales por cada 100.000 habitantes.
Esto, sin duda, lo ubica como una de las naciones que mejor ha logrado contener el porcentaje de muertes por covid-19 de la región.
Pruebas, pruebas y más pruebas
Pero ¿cuáles son las razones que pueden explicar la -hasta ahora- exitosa estrategia chilena?
Una de las claves tiene que ver justamente con la cantidad de pruebas que se están haciendo diariamente en el país sudamericano. Según cifras del gobierno, en promedio se están realizado unos 3.000 pruebas de diagnóstico al día. Esto, según ha dicho el mandatario, representa el mayor número total de pruebas por habitante en América Latina.
Solo por dar un ejemplo, en Ecuador se han hecho 8.521 test en total desde el comienzo del brote, el 29 de febrero, hasta el 31 de marzo. Y empezó abril como entre los que suma más muertos per cápita de Sudamérica a causa del covid-19.
En conversación con BBC Mundo, el representante de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en Chile, Fernando Leanes, afirma que, efectivamente, en comparación con el resto del continente, Chile está haciendo una cantidad de pruebas «impresionante».
«Me animo a decir es de los pocos países que tiene la capacidad hoy de hacer la cantidad de pruebas que está haciendo. Están con una capacidad de muestreo muy, muy grande», explica el experto de nacionalidad argentina.
«Es muy importante que Chile se haya podido anticipar, haya podido adquirir una gran cantidad de reactivos y entrenar suficiente cantidad de laboratoristas para poder hacer esto», agrega.
De acuerdo con datos oficiales, Chile cuenta actualmente con 49 laboratorios que tienen la capacidad de realizar diagnósticos.
¿Por qué es tan importante testear?
El hecho de practicar un alto número de pruebas de diagnóstico no solamente entrega una visión más certera de la cantidad de contagios que hay en un país, sino también permite rastrear a quienes contrajeron la enfermedad.
Con ello, se puede tener una identificación temprana de los portadores del virus, lo que frena su expansión.
Por lo mismo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha sido tajante a la hora de insistir en que esta es una medida vital para enfrentar el covid-19.
En Chile, además de realizar las pruebas, a los contagiados se les está realizando un monitoreo con llamados diarios de parte del ministerio de Salud y controles de la cuarentena que deben seguir de forma obligatoria.
Así se lo explica a BBC Mundo la subsecretaria de Salud de Chile, Paula Daza.
«Nuestra estrategia tiene varios elementos, y la primera es la identificación precoz de una persona que podría tener covid-19», dice.
«El segundo punto es poder tener oportunamente el diagnóstico. Esa es la importancia de las pruebas, porque en la medida que detectamos más personas que tienen covid-19, y las podamos aislar e identificar sus contactos, hemos podido ir conteniendo el brote del virus”, agrega.
Sistema de salud que, hasta el momento, «ha respondido»
Por otra parte, la baja letalidad en Chile se puede explicar porque su sistema de salud, ampliamente criticado por la brutal desigualdad entre los hospitales públicos y privados, hasta ahora ha funcionado.
Pese a que Chile gasta US$2.229 per cápita en salud, el segundo país con mayor gasto de la región en esta materia después de Cuba, su puesto en el ranking de equidad es mucho peor: ocupa el lugar 15.
Y aunque los expertos coinciden en que hasta el momento el equipamiento y las camas que existen en los centros sanitarios han dado abasto, hay quienes creen que hay que esperar a ver que sucederá a fines de abril, cuando se prevé será el pico de circulación del coronavirus en este país y el sistema público tenga que lidiar con un mayor número de enfermos.
«El sistema sanitario chileno hoy ha respondido. Los pacientes graves han sido detectados y han podido acceder a tratamientos. Tenemos una buena capacidad de camas críticas para el contexto latinoamericano», explica a BBC Mundo el médico internista y magíster en Salud Pública del Imperial College de Londres Juan Carlos Said.
Además, según afirma Fernando Leanes, de la OPS, Chile tiene experiencia lidiando con enfermedades respiratorias.
«El país tiene un sistema bastante reconocido de mucho tiempo de vigilancia de enfermedades respiratorias. Es uno de los más fuertes e incluso se toma como modelo para el resto de los países de Latinoamérica», dice.
De acuerdo con la subsecretaria Paula Daza, desde un primer momento Chile se preparó para «la peor situación».
De esa manera, dice, fortalecieron la red asistencial y capacitaron a los profesionales de salud. También incrementaron el número de camas.
«Adelantamos la apertura de cinco nuevos hospitales que aportan más de 1.700 camas e hicimos la compra de ventiladores y otros insumos», señala.
«No hay que ser triunfalistas»
Sin embargo, la demanda por cupos de cuidados intensivos para pacientes graves está en aumento.
Y un «talón de Aquiles» del sistema chileno es, justamente, la disponibilidad de respiradores mecánicos que son claves para tratar a los pacientes más graves.
Según el ministerio de Salud, de los 1.200 que actualmente están operativos, quedan solo 240 sin ser utilizados.
Esto podría ensombrecer el panorama chileno cuando se produzca el peak de casos, momento en el que la demanda puede saturar tanto al sistema de salud público como privado.
«Chile no está inmune a que esto evolucione a una situación más dramática», dice Said. «Debemos ser prudentes en calificar la estrategia de Chile como exitosa porque esto está recién comenzando», agrega.
Una opinión similar comparte Leanes.
«Están bien preparados, definitivamente, yo diría que bastante mejor que otros países, pero todavía hay que ver con qué severidad se propaga el virus acá y cómo responde la población a las medidas que se tienen que tomar», dice.
«No hay que ser triunfalista», concluye.
¿Y la economía?
Chile suspendió las clases en las escuelas y universidades el 15 de marzo, 12 días después de que se reportara el primer caso de contagio en ese territorio.
Tres días más tarde, decretó el estado de excepción constitucional que le permitió al gobierno restringir reuniones en espacios públicos, limitar el tránsito, establecer toques de queda y resguardar las fronteras, entre otras cosas.
Además, aplicó cuarenta obligatoria en zonas estratégicas que, según explicó el gobierno, presentaban un mayor número de contagios.
Aunque estas medidas han generado cierta polémica en algunos sectores -con reclamos de líderes locales exigiendo, por ejemplo, que se extienda el confinamiento a todo el país- de acuerdo con un informe elaborado por el banco JP Morgan fueron tomadas de forma «temprana» en comparación a otros países.
Por ejemplo, la firma estadounidense asegura que en Chile la suspensión de clases se implementó cuando había solo 75 casos confirmados de coronavirus, mientras que en países como China o Italia se decretó cuando ya superaban los 2.700 y los 3.000, respectivamente.
Algo similar ocurrió en el caso del cierre de fronteras.
De acuerdo con JP Morgan, Chile reportaba 155 casos confirmados y ninguna muerte cuando tomó esta medida, mientras que Italia decidió hacerlo cuando tenía más de 9.000 casos y 463 víctimas fatales.
El banco concluye en su informe que «si la estrategia chilena continúa mostrando resultados positivos, esto podría terminar implicando una interrupción más corta de la economía en comparación con otros países, lo que sería positivo en este entorno».
Una visión similar parece tener el Banco Central de este país, que dio a conocer su último informe de política monetaria el miércoles 1 de abril.
Si bien la entidad prevé una caída del PIB de hasta el 2,5% en 2020 -la mayor desde inicios de 1980- también pronostica un «fuerte repunte» en el último trimestre de 2020 y todo 2021, con un crecimiento de entre el 3,75% y el 4,75%.
Y así, aunque América Latina siga en pleno desarrollo de la pandemia, el caso chileno parece ser digno de observar.
Al menos por ahora.