EE.UU. ha tenido al momento una respuesta bastante cuestionable ante la pandemia del virus chino, y urge preguntar por qué el país más rico y poderoso del mundo tiene más casos que la mismísima China.
Fue el 22 de enero que el mundo entero se enteró de que había un problema grave con el brote de un nuevo coronavirus en la provincia de Wuhan, en China. No se sabía qué iba a pasar, y había esperanza de que sería controlado como los brotes de coronavirus anteriores, como MERS y SARS.
Quizás un poco irónico por su reputación, pero EE.UU. dejó al gobierno federal a cargo de la preparación. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), encargadas de velar para controlar las pandemias como su nombre dice, quedó a cargo de proveer la primera respuesta: las pruebas para saber quién estaba contagiado o no.
Desde el 10 de enero tenían el genoma para empezar a fabricar las pruebas. Un mes después para el 7 de febrero habían creado un poco menos de 80.000 pruebas, que no funcionaban. Tenían un error de fabricación, que la CDC conocía, pero demoró 16 días en informar a los laboratorios. La prueba en su técnica no era distinta a la ya usada por la OMS, y demoraba dos días en dar el resultado.
En el entretanto, la FDA no estaba dando autorización a las empresas privadas para empezar a fabricar pruebas. Fue recién el 29 de febrero, luego que quedó en abundante evidencia de que el gobierno no iba a poder proveer suficientes pruebas, que se autorizó a las empresas privadas a fabricarlas.
La primera prueba del sector privado fue la de Roche, que menos de dos semanas más tarde envió 400.000 pruebas a hospitales en EE.UU. Ellos usan un sistema automatizado que da resultados en 3 horas. Una semana más tarde llegó una prueba elaborada por Danaher, que da la respuesta en 45 minutos, pudiendo realizar más de 48.000 pruebas por día.
Varias otras empresas han entregado sus propias versiones. La más reciente fue Abbott Laboratories el 27 de marzo que da una respuesta en 5 minutos, fabricando más de 5 millones de pruebas dentro del mes. Estas pruebas tienen un costo que varía entre los US$5-20 dependiendo de la modalidad ($4.200-$16.600 chilenos), comparado con US$80 para la prueba OMS (la que está disponible en Chile).
¿Qué pasó, entonces? La burocracia y la política. El gobierno no fue capaz de entregar una solución, y para peor, no autorizó a los que sí tenían la capacidad de dar soluciones: el mercado privado. Si queremos efectivamente controlar esta pandemia, tenemos que apoyar a los que nos dan los recursos para enfrentarlo: el personal de salud y las empresas que proveen los equipos que necesitan. Más soluciones y menos política.
Daniel Grady
Relaciones Internacionales, Fundación Ciudadano Austral