A la Mujer, con gratitud

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Por Alejandro Gutiérrez Barría
Periodista Puertomontino.

La más leal compañera del hombre y generosa fuente de multiplicación humana, es desde siempre, y sin duda la mujer, cuyo día internacional en su homenaje se conmemora a lo largo de nuestro territorio y del ancho planeta; y a quienes saludamos, depositando en sus corazones las más bellas rosas cultivadas en los bellos jardines del alma.

Hace bien al espíritu y a la justicia de la humanidad, detenerse cuando menos una vez al año para reflexionar en profundidad respecto de la decisiva importancia del género femenino en nuestra existencia humana. Desde la mujer llegamos al mundo y vivimos unidos a ella a través de nuestras madres, pololas, novias y esposas.

Acaso su más sublime virtud sea esa generosidad, exenta de egoísmos, que puede impulsarla hasta lo más increíbles actos heroicos por ayudar al que sufre o está en un grave riesgo, tenga o no vinculación con ella. Si no, basta considerar sus obras cotidianas, pero de enorme dimensión humana, atendidas por admirables mujeres como las Damas de Verde y tantas otras que -desde cualquiera institución, incluyendo las congregaciones religiosas- se ocupan de prodigar cariño y ayuda a gente desamparada y enferma, a niños y ancianos. Nobles, aunque difíciles, causas, por las cuales ellas, olvidándose completamente de sí mismas, aportan lo mejor que tienen y, siempre, con una sonrisa amable y alentadora que no delata los esfuerzos y sacrificios que muchas veces les implica esa solidaridad.

Sin importarle su condición social, ideología política, creencia religiosa, rango o prestigio, -y a menudo desde el anonimato- la mujer jamás dejará de ser el pilar clave sobre el cual se sustentan los núcleos familiares de la sociedad, desde los más modestos a los más prósperos. Mientras que muchas profesiones, oficios y organizaciones, tendrán en ella a su más leal, eficiente colaboradora y ejecutiva. Empero, no obstante tan ejemplares virtudes, la mujer ha tenido que librar arduas batallas para conquistarse un espacio de influencia en la sociedad, donde -ejerciendo un liderazgo- pueda hacer valer su fina sensibilidad humana, su capacidad de justicia, espíritu constructivo y unificador, como al mismo tiempo su disposición al ahorro pensando en el futuro.

Es en el Día Internacional de la Mujer cuando igualmente debemos reconocer -anhelando rehabilitarnos de nuestras injusticias con ella- la sociedad discriminatoria que hemos creado ante su persona cuando se trata de permitirles el acceso al trabajo, de lo cual todavía no logramos liberarnos del todo. O cuando se trata de la violencia intrafamiliar, donde el hombre chileno, bastante a menudo, ataca de golpes a la indefensa mujer. Vergonzante e incivilizado rasgo este último, en el que, lamentablemente, los chilenos figuramos en los primeros lugares en las encuestas internacionales.

Esta jornada especial en honor de las mujeres, es, por tanto, el momento adecuado para ahondar en la justa valorización de ellas en toda su multifacética dimensión. A las cuales no sólo debemos respeto, valoración y protección, sino que al mismo tiempo, mucho amor y tantas o más oportunidades que los varones para realizarse y ser felices en esta vida.

Para los cristianos, hay una mujer sublime y divina -la Virgen María, Madre del Hijo del Hombre- quien encarna como nadie la grandeza femenina. Encomendamos a Ella a la valerosa mujer puertomontina, como del país en general, para que en estos días de conmemoración las refugie bajo su manto y las conduzca al alto sitial que se merecen en la sociedad chilena y en el corazón humano.