“La pobreza infantil es diferente de la adulta, dado que niños y niñas tienen necesidades específicas de nutrición, salud, educación y otras. Por ejemplo, el impacto de una malnutrición en infantes está asociado a su desarrollo psicomotriz, cognitivo, y físico, por lo cual pueden quedar secuelas permanentes”. Esa es una de las conclusiones del análisis que realizó el Observatorio del Contexto Económico de la Universidad Diego Portales, tras revisar la situación de los menores que viven en condiciones de precariedad y vulnerabilidad.
El trabajo de Luna Bratti, economista e investigadora de la UDP, procesó información de la Encuesta Casen 2020. Así, reveló que hay 439.307 menores de 18 años que viven en hogares en situación de pobreza (los ingresos por persona son menores a $ 169.349) y otros 263.738 niños y niñas que se encuentran en condición de pobreza extrema (el ingreso por persona es menor a $ 112.898).
“En los informes, en general, no se habla lo suficiente de pobreza o no se enfocan en los niños. Creo que la gente desconoce los niveles de pobreza infantil que tenemos hoy en día”, afirma Bratti.
En definitiva, en el país son 703 mil los menores de 18 años que enfrentan diversos niveles de carencias, hacinamiento e incluso privación de servicios básicos. Se trata de una cifra que preocupa a los especialistas y que, a juicio de la subsecretaria (S) de la Niñez, María Elena Arzola, “probablemente reflejan los efectos que ha tenido la pandemia en los ingresos de los hogares”.
El análisis expone que, en contraste con el 6,6% de la población total del país que vive en situación de pobreza y el 4,3% que se encuentra en pobreza extrema, los porcentajes de menores de 18 años afectados por estas condiciones ascienden, respectivamente, al 9,8% y 5,9%.
“Pese a que la pobreza había venido disminuyendo, siempre eran los grupos de niños, niñas y adolescentes quienes padecían en mayor medida la pobreza, muy principalmente el grupo de la primera infancia, de cero a tres años, y esta tendencia etaria se mantuvo”, sostiene el investigador del Observatorio Niñez y Adolescencia, Nicolás Contreras.
Del mismo modo, los números son aún más preocupantes en el caso de niños menores de siete años, de los cuales el 6,6% vive en situación de extrema pobreza y el 9,9% en pobreza no extrema.
La vocera de Unicef y especialista en Políticas Sociales, Paula Pacheco, explica que las cifras de Casen 2020 reportaron en general un aumento en las cifras de pobreza en el país, pero “que afecta en mayor medida a la niñez y la adolescencia”.
Así, Pacheco destaca que esto se enmarca en una crisis de ingresos “sin precedentes” y que afecta a la mayoría de los hogares del país. “El aumento de la pobreza infantil generado por el Covid-19 nos parece de alta preocupación, porque refleja una vulneración de múltiples derechos. Es primera vez en 31 años que las cifras sobre pobreza infantil por ingresos aumentan en Chile”, agrega la vocera de Unicef.
El informe también revela que la región con mayor nivel de pobreza no extrema en niños y adolescentes fue La Araucanía, con un 15,6%, seguido por la Región del Ñuble (12,8%) y Coquimbo (12%). Por otra parte, las regiones en las que se identificaron los mayores porcentajes de menores de edad en pobreza extrema fueron Tarapacá (10,5%), Arica y Parinacota (8,2%) y Ñuble (7,9%).
“Históricamente, las zonas rurales son las más afectadas, más que las urbanas, y en ese sentido nosotros proyectamos un aumento de la situación de pobreza en cerca de 126 mil niños, niñas y adolescentes respecto de la medición pasada”, añade Contreras.
De forma adicional, el estudio también expuso un análisis de la situación que afecta a los niños y adolescentes pertenecientes a pueblos originarios, de los cuales 76.703 viven en situación de pobreza, 37.660 de ellos en condición extrema.
La “Radiografía a la Situación de la Pobreza Infantil en Chile” también revisó la población de menores de siete años que padece malnutrición -ya sea por sobrepeso, obesidad o desnutrición-, la que se cifró en 280.023 niños y niñas, de un universo de casi 1,5 millón de infantes
Esta condición, a partir de los datos recabados por la Encuesta Casen-y autorreportados por los jefes de hogar-, muestra una importante diferencia según estrato socioeconómico: los índices de malnutrición en niños del primer decil alcanzan al 19,9%, mientras que en el décimo decil llegan al 8,6%.
“Los niños menores de siete años no pueden escoger qué comer y qué no, no pueden decirle a la mamá: ‘no, mamá, es que eso no me nutre, yo necesito este otro alimento’, ellos no tienen ese poder de decisión”, comenta la investigadora Bratti.
A su vez, el académico del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (Inta) de la Universidad de Chile, Claudio Castillo, planteó que “la pandemia a nivel mundial ha generado un retroceso en términos de malnutrición que nos lleva a los niveles de hace 30 años. Lo complejo es que se presenta en países como Chile, con problemas de doble carga, es decir, que por un lado tenemos presencia de algunos focos de desnutrición, pero también hay una importante presencia y muy masiva de malnutrición por exceso. Y a eso se suman las diferencias sociales o desigualdad con que se presenta”.
Para la nutricionista infanto-juvenil, Macarena Rojas, los efectos de la mala alimentación en niños pueden perjudicar su correcto desarrollo “si faltan los nutrientes que los niños necesitan, por supuesto que no van a crecer”. Y añade que la malnutrición tiene numerosas consecuencias. “Por ejemplo, en el tema de la obesidad, significa que probablemente hay menor nivel de vitamina D, y la vitamina D es importante para la síntesis de serotonina, que disminuye la depresión y la ansiedad en los niños. También se afectan los huesos”.
En el caso de la malnutrición en niños menores de 18 años, también existen diferencias entre los deciles, alcanzando un 10,9% en el primer decil y un 4,7% en el último decil. “Encuentro que esa diferencia es brutal”, comenta la autora del informe.
Respecto de las cifras de hacinamiento, el informe revela que existen 259.291 menores de siete años que habitan en hogares donde el número de personas por dormitorio de uso exclusivo es mayor o igual a 2,5. Además, hay 132.074 niños de este rango que carecen de acceso a servicios básicos.
Desde Unicef afirman que “es importante que se entienda que el problema de la pobreza infantil tiene particularidades propias de la etapa del ciclo de vida de este grupo, que va desde la gestación a los 17 años. Durante esta etapa las personas tienen necesidades de desarrollo que, si no son abordadas de manera oportuna y pertinente, pueden traducirse en situaciones de inequidad que persistan hasta la adultez, propiciando la reproducción intergeneracional de la pobreza”.
Además del factor económico, el informe presenta una primera radiografía a los niños, niñas y adolescentes viviendo en condiciones de pobreza con un enfoque multidimensional.
Esto, pues, según la autora del estudio, “los infantes tienen muy poco poder sobre el ingreso monetario de los hogares y tienen muchas otras deficiencias que no necesariamente van a ir directamente relacionadas con este ingreso”, explica. En este sentido, el análisis multidimensional considera diversas variables relacionadas a la salud, educación, vivienda, entre otras materias.
“La pobreza es un fenómeno que afecta en mayor medida a los niños, niñas y adolescentes. Como bien señala el estudio, además de considerar los ingresos del hogar, es importante abordar el fenómeno de la pobreza desde una mirada multidimensional, que considere que las familias pueden enfrentar privaciones en distintos ámbitos de la vida, tales como educación, salud, vivienda, empleo y seguridad personal”, comenta la subsecretaria Arzola.
Al respecto, Bratti señala que si se toman los datos de Casen 2017 y se considera solo la medición de ingresos, serían alrededor de 200 mil los niños menores a siete años en condición de pobreza, “pero si utilizamos el enfoque multidimensional, ese número se dobla”, sostiene Bratti.
Desde el Observatorio Niñez y Adolescencia, Contreras coincide en que la mirada sobre este grupo debe ser multidimensional. “Es un indicador mucho más completo que incluso permite entender de mejor manera la desigualdad en sí misma”.
Debido al impacto de la pandemia, Bratti sostiene que las preguntas de la Encuesta Casen 2020 no son suficientes para hacer un análisis de la pobreza multidimensional. Por eso, insiste en la necesidad de una medición específicamente centrada en los niños.
Pacheco, vocera de Unicef, advierte que el principal desafío que enfrenta el país “es disponer de una política de protección social que aborde la pobreza de manera integral y conforme a la etapa del desarrollo en que niñas, niños y adolescentes se encuentren”. Y agrega que dicha intervención debe ser accesible para todos los grupos, “ya que la evidencia científica es contundente respecto de las implicancias positivas que tiene en el desarrollo infantil y adolescente llegar a tiempo y con prestaciones de excelencia”.
Fuente: La Tercera