Cuenta la historia que fue un turrón de maní en el bolsillo de un ingeniero estadounidense el detonante de la invención del microondas. Ocurrió en 1945, cuando Percy Spencer se encontraba experimentando en los laboratorios de la Raytheon Corporation —una extinta compañía dedicada principalmente a la tecnología militar— y de pronto sintió que su pierna se humedecía.
Al chequear en su bolsillo, se encontró con que la masa dulce del turrón, que probablemente guardó para su colación, se había derretido por completo. Raro, considerando que no se encontraba expuesto a ningún tipo de calor. Pero sí lo estaba ante el magnetrón, un aparato capaz de transformar la energía eléctrica en una electromagnética. ¿Habrá sido esa la causa de ese embarazoso incidente?
Spencer puso a prueba su hipótesis exponiendo huevo y maíz ante el magnetrón. Segundos después, el huevo se encontraba reventado en la cara del ingeniero y el maíz repartido por el suelo en forma de cabritas.
Así es como Spencer y la Raytheon Corporation crearon el Radarange, el primer horno microondas. Pero las ventas no fueron tan explosivas como el popcorn que creaba. A pesar de que era capaz de calentar los alimentos en 30 segundos, el dispositivo eléctrico tenía el tamaño de un refrigerador, pesaba más de 300 kilos y necesitaba 20 minutos para tomar temperatura. Ah, y costaba cerca de 5 mil dólares.
No fue hasta 1967 cuando la empresa Amana dio con una versión más similar a la que vemos en la actualidad. El resto de la historia se resume en que, con los años, el microondas se transformó en un electrodoméstico casi indispensable para el hogar.
Pese a su masividad, el microondas es como esos personajes muy populares que nadie conoce realmente. “Para mí, es el electrodoméstico al que menos provecho le sacamos, tomando en cuenta todas las bondades que nos ofrece”, dice Ximena Loyola, product manager HA de Midea Carrier Chile. Marcos Nuñez, local category manager de Electrolux Group, concuerda con el diagnóstico entregando un dato: el 95% de los hogares sólo utiliza el microondas para recalentar, y a veces para descongelar algún alimento de manera rápida.
El tema es que estos aparatos cuentan con múltiples funciones, que van desde diversas configuraciones de cocción para cocinar, asar, dorar y gratinar alimentos, con algunas modalidades preestablecidas para preparaciones específicas —como verduras, carnes, pescados, cabritas, arroz, pastas y tortillas—, a bloqueos de seguridad para niñas y niños.
La mayoría son funciones que se incluyeron hace diez años o más. Para qué querrían agregar más si nadie las ocupa, ¿no? Bueno, de todas maneras hay algunas más recientes, como la modalidad grill y la de autolimpieza.
Todo error o mito que pueda existir en torno al microondas proviene del desconocimiento acerca de su funcionamiento. Y eso es algo que se puede comenzar a solucionar leyendo el manual. Pero claro, ¿quién lee un manual?
Partamos por la base: ya hicimos mención del magnetrón, el dispositivo que transforma la energía eléctrica en electromagnética. Al hacerlo, genera ondas de alta densidad que luego son repartidas por la superficie de cocción gracias a un ventilador integrado.
Propulsadas por el ventilador, las ondas chocan contra las paredes metálicas del microondas y rebotan hasta llegar a la comida. Allí, las ondas entran en contacto con las moléculas de agua al interior de los alimentos, que comienzan a vibrar. Mientras más agitadas, mayor calor se produce. Pura física. ¿Cuánta temperatura alcanzará? Eso dependerá de la potencia y el tiempo que se programe de antemano.
Aquí la base. Si no se lee el manual, ¿cómo se le podría sacar provecho a cualquier tipo de aparato? En ese sentido, es un error pensar que todos los microondas operan de la misma manera. “Cada modelo y marca es diferente, con distintas características y tiempos de cocción”, asegura Marco Núñez. Partiendo por las capacidades: un aparato de 20 litros no dará los mismos resultados que uno de 31, ¿no?
“No puedes utilizar recipientes metálicos, porque saltan chispas”. Esa es una advertencia que se escucha con frecuencia y que no es ningún engaño. Cuando las ondas electromagnéticas chocan con cualquier tipo metal, como acero o aluminio, generan corriente eléctrica y es posible que, efectivamente, salten chispas. El tema es que si esas partículas ardientes entran en contacto con otro producto inflamable, como el aceite o un papel, puedes encontrarte con un incendio en tu cocina.
Lo del metal es suficientemente conocido como para ser un error frecuente entre los usuarios. Pero, además de éste, hay otros materiales que no son del todo recomendados para utilizar dentro del microondas.
Por ejemplo, no todos los plásticos son aptos para someterse a una fuente de calor. A menos que sean libres de bisfenol A (BPA), es posible que este tipo de recipientes —como los populares tupperware— liberen sustancias tóxicas en los alimentos que, en un plazo prolongado, pueden tener efectos cancerígenos.
Los expertos recomiendan utilizar recipientes fabricados con “materiales más nobles”, como la loza, la cerámica y el vidrio, que además son mejores conductores del calor, lo que garantiza una difusión más pareja. Pero ojo, hay que asegurarse que estos sean resistentes a las altas temperaturas porque, de otra manera, pueden terminar quebrándose, con el riesgo de que queden restos en los alimentos.
Te habrás fijado que muchas veces los microondas, al comprarlos, incluyen en su interior un plato de plástico. Seguramente te habrás preguntado para qué diantres sirve. La respuesta es simple: evita que el interior del aparato quede todo salpicado de comida, pues es común que este juego entre las ondas electromagnéticas y las moléculas de agua de los alimentos tenga como resultado pequeños estallidos. Sobre todo cuando los alimentos contienen mucho líquido en su interior: verduras, salsas o sopas posiblemente impliquen más salpicaduras.
Pero no es la única utilidad de esta tapa plástica. Ésta, dice Marcos Núñez, además “garantiza una cocción uniforme” de los alimentos y “ayuda a retener la humedad” de estos, lo que puede prevenir que se sequen durante el proceso.
La tapa plástica no está incluida en todos los modelos, pero se puede encontrar por separado en el mercado. Es importante que, en caso de que quieras comprar una, te asegures de que está fabricada con un material apropiado —resistente al calor y libre de sustancias tóxicas— y que posea las características necesarias para su labor. Lo que nos enlaza con el siguiente punto:
El punto anterior señala que es un error no utilizar la tapa cobertora y, en este decimos que sería una equivocación cubrir por completo los alimentos. ¿Cómo es la cosa?
El uso de recipientes herméticos para llevar almuerzo a la oficina, al colegio o la universidad es algo habitual. También lo es meter el mismo recipiente al microondas y poner el alimento a calentar sin sacarle siquiera la tapa. Esto es un error, según Núñez, ya que el vapor que se acumula hirviendo al interior del recipiente puede provocar que éste se deforme, se desprendan más sustancias tóxicas y que la tapa explote. Y si el recipiente es de vidrio, puede provocar su rotura.
Lo que corresponde, entonces, es dejar algunas aberturas para que el vapor salga. De hecho, si te fijas, las tapas de plástico que se incluyen en los microondas suelen tener agujeros, justamente para que se produzca la filtración.
Dijimos que dentro de las funciones de la tapa plástica cobertora está evitar las salpicaduras de alimentos. Porque eso es lo que tendrás en paredes, techo, superficie y puerta del microondas en caso de que no la utilices.
“Es importante mantener el microondas limpio y libre de residuos de comida para evitar malos olores y la acumulación de bacterias”, dice Marco Núñez. Puede ser una lata, pero al fin y al cabo, es el lugar donde tratas tus alimentos. Y si bien lo ideal es hacer la limpieza después de cada uso, la recomendación general es que esto se haga al menos una vez a la semana.
Ximena Loyola dice que la forma más sencilla de limpiar e higienizar el aparato es introduciendo un recipiente con agua y un poco de vinagre o jugo de limón. Luego, encenderlo a máxima potencia por dos minutos para que se produzca vapor. Después hay que retirar el recipiente, “con mucho cuidado” para evitar accidentes por el líquido hervido, y pasar un paño por las paredes del interior. “Si está muy sucio, repetir la acción”.
Hay que destacar que algunos modelos actuales incluyen funciones de autolimpieza, que facilitan este tipo de labores, utilizando el mismo calor generado por las ondas electromagnéticas. Algo así como una auto esterilización. De hecho, hay personas que utilizan el microondas para esterilizar instrumentos e higienizar utensilios de madera, como cucharas, pocillos y tablas. Pero esto da para otro tema.
Existe la idea de que no se pueden cocinar alimentos en el microondas. “En realidad, la mayoría de las cosas se pueden cocer en el microondas, siempre y cuando contengan agua en su composición y se sigan las instrucciones adecuadas”, dice Núñez.
Si te das la lata de leer el manual, encontrarás información de las diversas funciones disponibles para cocinar alimentos e, incluso, platos específicos en cuestión de minutos. También la potencia y tiempo que requieren otros alimentos que no se consideran en estas modalidades preprogramadas.
Ximena Loyola dice que en el microondas “se pueden cocinar perfectamente platos comunes y de todo tipo, dulces y salados”. Incluso “se pueden hacer recetas realmente fáciles, como una leche asada, que en la cocina a gas es definitivamente más compleja”.
Entonces, ¿qué alimentos no se recomienda calentar o cocer en el microondas? Aquellos que tienen mucho líquido en su interior, lo que puede llevarlos a explotar a causa del vapor que se genera, como las salchichas, huevos con cáscara, pimientos y algunas frutas.
Tampoco es muy recomendable cocinar carnes muy gruesas ni aves enteras, ya que, como dice Núñez, “pueden cocinarse de manera desigual”. Por lo mismo, antes de echar uno de estos alimentos al microondas, mejor darle un vistazo al manual de uso.
Otro detalle: al cocinar alimentos, es mejor que lo hagas en porciones relativamente pequeñas, justamente porque cuando hay mucho volumen, es posible que no se logre una cocción pareja.
Uno de los errores más comunes, según los entrevistados, tiene que ver con la programación de la potencia con la que el microondas trabajará, la que tiene un límite indicado tanto en la caja como en las etiquetas y el manual del usuario. Los modelos parten de los 500 Watts y pueden llegar a los 1.400 W.
La potencia, además de indicar el gasto energético que requerirá cada operación, determina también el tiempo necesario para calentar, descongelar o cocinar los alimentos. Por ejemplo, recalentar un plato suele requerir 800 Wh (Watts por hora), con lo que bastará un par de minutos para tener un buen resultado. Descongelar medio kilo de carne molida podría requerir entre 150 y 500 Wh, en un tiempo estimado de 5 minutos (dependiendo de lo congelada que esté). Y para cocinar una pizza congelada —algo posible en modelos que cuentan con grill—, serán necesarios unos 600 Wh, es decir, entre cinco a diez minutos.
Ya está dicho que cada modelo de microondas funciona de manera distinta. Esto tiene que ver con sus características, por lo que el tiempo y potencia que necesite para hacer sus operaciones puede variar. Aunque las premisas son más o menos las mismas: si estás haciendo una carne, lo mejor es no ponerle tanta potencia para que no se seque ni se rostice, por ejemplo. Lo mejor, repetimos, es chequear el manual de uso.
Último detalle, pero no menos importante: si estás calentando un plato, no olvides revolver la comida luego de transcurrida la mitad del tiempo. Por ejemplo, si le pusiste dos minutos a tus lentejas, pausar al minuto, remover la comida, y reiniciar la operación. ¿Para qué es esto? Para asegurarte de que las ondas le lleguen a la mayor cantidad de alimento posible y que todo esté caliente una vez finalizado el tiempo. Es muy común que esto no se haga, lo que significa tener que agregar más minutos, con el gasto energético que esto implica.
Fuente: La Tercera