La Convención de Derechos del Niño a nivel internacional y ratificada por nuestro país, a través del servicio de la Defensoría de la Niñez, establece en uno de sus artículos el derechos del menor a estar en un ambiente seguro, donde se priorice su supervivencia, desarrollo y protección.
Sin embargo, esto parece letra muerta con el testimonio de Ángelo Bahamondes, apoderado de dos pequeñas que estudian en la Escuela Rural de Pichil: sus hijas sufren de náuseas, dolor de estómago y falta de apetito, pues el olor de las aguas servidas que escurren libremente por uno de los patios del recinto educacional, transforman la experiencia de aprendizaje, en un tormento infantil.
Lo expuesto por este padre representa el sentir de toda la comunidad educativa de este colegio, que sufre día a día esta problemática sin solución, y cuyo sostenedor, el DAEM de Osorno, tampoco ha hecho mucho, sostuvo el concejal Juan Carlos Velásquez, quien pondrá el tema en discusión en el municipio.
Velásquez hizo hincapié en que esto es un asunto de años, no es circunstancial, por lo que se requiere una solución pronta para los que trabajan y estudian en la escuela rural de Pichil, como también para los vecinos, ya que estos líquidos percolados de muy mal olor, circulan también por las calles.
De momento, el concejal hizo un llamado al municipio a analizar la suspensión de las clases en el recinto, pues las condiciones actuales no permiten el desarrollo normal de las jornadas educativas, ante la falta de una solución, sea momentánea o definitiva.
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