Por Sergio Willer Daniel
Presidente Directorio
Sociedad Agrícola y Ganadera de Osorno A.G.
Durante las últimas semanas hemos sido protagonistas de un proceso inflacionario galopante en Chile. Un dólar que, pese a todos los intentos por contrarrestar su escalada, ha calzado alas vigorosas, subiendo a valores nunca antes vistos, por sobre los $930.- La incertidumbre crece, y el agro observa con cautela y preocupación la viabilidad de no sólo producir los alimentos, sino también lograr que éstos sean accesibles al consumidor.
Es un momento en el que Chile debe actuar unido para evitar un descalabro mayor en la próxima temporada. Y entonces, el concepto de bien común surge como un tema que resulta crucial para el futuro del país.
El año 2019, muchos reclamos ciudadanos tenían su origen en la falta de foco en la solución de los problemas cotidianos que aquejan a nuestra sociedad. Y se pensó que una nueva Constitución podría solucionar todo, casi por arte de magia.
La semana pasada, el proceso constituyente culminó. Y muchos pudieron darse cuenta que una nueva Constitución no es mágica, y no evita que las propuestas se enrarezcan con anhelos políticos, en los cuales nuevamente el bien común se convierte sólo en una frase cliché, más que una meta superior que comande nuestras acciones.
Cuando revisamos la historia, llegamos a la convención constitucional de 1833, que culminó exitosamente, con un texto republicano que estuvo casi 100 años vigente en Chile. Su éxito estuvo dado, justamente en el equilibrio de cambios necesarios para la sociedad imperante, pero manteniendo criterios base de la libertad y el desarrollo de una Patria recién alcanzada hacía unas décadas. Se pudo mejorar y actualizar el proceso de vida de una nación, que naturalmente como todo, va cambiando con el tiempo.
El bien común también implica tener la capacidad de visualizar no sólo los problemas, sino los IMPACTOS de cada camino que se elige. Tanto nuestras decisiones personales como aquellas colectivas, tienen consecuencias. Anticiparlas y minimizar los efectos negativos también es un valor del bien común.
Nos encantaría que en el área alimentaria se pudiera considerar la experiencia de todos los productores. Muchas cosas se han advertido a lo largo de los años, y se terminan cumpliendo como tristes profecías. Aún es tiempo de mejorar ostensiblemente nuestro futuro. No vaya a ser cosa que después tengamos que llorar sobre la leche derramada……