El combate contra el narcotráfico se divide en una pirámide de tres pisos. En la parte alta, la investigación apunta al patrimonio de las bandas: el dinero. Al medio, la lucha a los grandes narcotraficantes vinculados a la importación de la droga desde el extranjero: los kilos. Y en la base, las bandas dedicadas a llevarla a las manos del consumidor: los gramos.
Estos últimos son los pequeños traficantes o microtraficantes. Aquellos que invaden las esquinas y que con una pequeña inversión pueden conseguir millones. Según cifras de la PDI, entre enero y mayo de 2019 se han identificado 2.995 puntos de venta de droga en Chile (ver infografía). Sobre ellos, se han realizado 1.382 procedimientos, 339 cercanos a colegios. Del total registrado, se han desbaratado 658 puntos, con 1.225 detenidos y 214 kilos de droga incautada.
Un segmento que antes no era de interés para las policías en el combate contra el narcotráfico, las que centraban su trabajo en el dinero y los kilos. Pero cuya mirada cambió en 2015, con la creación del programa Microtráfico 0 (MT-0) de la PDI, unidad de 400 policías entrenados solo para atacar el “narcomenudeo”. ¿Por qué este cambio? Debido a la proyección de estos vendedores y el mayor costo de enfrentarlos cuando escalan en la pirámide. Según el subprefecto Mauro Mercado, coordinador nacional de MT-0 , de ser ignorados, en el corto plazo se pueden convertir en grandes comercializadores de sustancias ilícitas.
“Es un negocio muy lucrativo. Con $ 650 mil compran un kilo de cocaína base en la frontera con Bolivia. De eso pueden sacar hasta tres mil papelillos que les generan hasta $ 15 millones en ganancias”, señaló Mercado.
Para ellos, un negocio redondo. Para los barrios, una epidemia que se convierte en un problema al estar vinculado a la violencia.
Para el alcalde de La Granja, Felipe Delpin, “el microtráfico se ha transformado en una situación de mucha inseguridad y riesgo para los vecinos. Hoy ese pequeño traficante tiene armas y soldados que lo cuidan. Y así tratan de ir creciendo y aumentando su influencia en el territorio”.
Puntos de venta
J.C. es dirigente social y vive en un barrio antiguo de Conchalí. Años atrás veía la venta de drogas como algo lejano en su entorno. Hoy tiene a dos microtraficantes a pocos metros de su casa. “Uno ya no transita con la misma tranquilidad, porque el nivel de seguridad ha ido bajando con la llegada del comercio de drogas. Algunas noches, y sobre todo los fines de semana, se sienten muchos balazos. No se sabe si son juegos entre ellos o enfrentamiento entre bandas rivales”, relató.
Estos grupos planifican verdaderos planes de negocio. A esto apuntó el subprefecto Mercado, quien asegura que mantener el microtráfico en las poblaciones requiere algo más que violencia o el control de la droga. “La única forma que tienen para asegurar el territorio como soberanía es prestándoles servicio a los vecinos. Solo así no los van a entregar a las policías. Dan a un vecino $ 20 mil para la luz, y a otro le compran los zapatos de colegio para su hijo. Así, las personas van a guardar silencio porque están recibiendo un beneficio”, indicó.
Daniel Johnson, director ejecutivo de Paz Ciudadana, explicó que este escenario se da principalmente en sectores con ausencia de servicios y un Estado que no está presente. “Los microtraficantes no solo les dan dinero a los vecinos, también comienzan a contratar personas para que vendan o les presten servicios, como preparar el almuerzo o lavar sus ropa. Así se arma una red que hace que los barrios queden cooptados por el microtráfico, y este se convierta en la fuente de financiamiento del sector”, dijo.
Estos grupos, según Mercado, crean un negocio de poco esfuerzo para los dueños de la mercancía, quienes dejan la seguridad a jóvenes de hasta 25 años. Mientras los más viejos, advirtió, hacen las tareas de administración del recurso. “Viven en parcelas fuera de Santiago. No andan armados ni con droga. Esa parte se la dejan a los jóvenes, por eso se produce la violencia”, dijo.
Barrio alto
La venta de droga en Chile es transversal a los sectores y solo cambia su forma de comercialización.
De acuerdo al subprefecto Mercado, cada zona tiene sus particularidades, y así lo entienden los 100 equipos de MT-0 repartidos por el país.
Por ejemplo, explicó, en Santiago Centro y Providencia, al ser sectores de población flotante, la venta apunta a estudiantes y trabajadores, lo que obliga al vendedor a adaptarse al consumidor. “Él no los hace salir de su lugar de operaciones, sino que él lleva el negocio a ellos. Un día se instala en dos o tres esquinas y vende. Al otro día cambia, y así continuamente. Es un verdadero estudio de negocio. Ellos analizan dónde pueden vender más rápido”, señaló Mercado.
En tanto, en las comunas de mayor riqueza, dijo, los lugares apropiados “para la venta son aquellos de mucha afluencia de jóvenes, como los locales nocturnos”.
Cifras de la PDI muestran la rápida proliferación de estos grupos. En 2018 se identificaron 2.751 puntos de venta de droga. Pese a que la policía civil intervino el 49%, en 2019 estos puntos aumentaron en un 8%.
Fuente: La Tercera