Sobre él pesaban denuncias de abuso sexual de al menos cinco adolescentes y estaba a punto de ser detenido. El lunes el sacerdote católico argentino Eduardo Lorenzo tomó una pistola y se disparó en la cabeza. Su cuerpo sin vida fue encontrado por la noche en las dependencias de Cáritas en La Plata, donde el arzobispado lo alojaba.
Lorenzo iba ser encarcelado por corrupción de menores y abusos sexuales. El arzobispo platense dijo que el sacerdote «se quitó la vida después de largos meses de tensión y sufrimiento». El religioso cometió los eventuales abusos entre 1990 y 2001, mientras que la primera denuncia en su contra fue presentada en 2008.
La fiscal Ana Medina decidió que no existían «elementos suficientes» para acreditar el ilícito y archivó la causa. En febrero de 2019 el abogado del sacerdote, Alfredo Gascón, pidió que fuera sobreseído. En julio se presentaron dos denuncias sobre «juegos sexuales» que organizaba con monaguillos de entre 13 y 16 años.
Una de las víctimas, Julián, dijo que durante 20 años había guardado los abusos y que al leer lo ocurrido a otra víctima, León, se había sumido en una crisis y decidió hablar. «Quiero que mis hijos puedan ver cómo su padre lidió con dos años y medio de abuso», declaró Julián, quien detalló que el sacerdote lo recibía desnudo y lo llevaba a su cama.
Otras dos víctimas denunciaron, la causa se reabrió y la fiscal Medina pidió a la jueza Marcela Garmendia que ordenara la detención de Lorenzo. Ella pidió un peritaje psicológico al sacerdote y los expertos concluyeron que tenía «una personalidad con características de manipulación, elevado autocentramiento y egocentrismo».
La jueza ordenó la prisión preventiva y cuando no se había emitido la orden vino el suicidio. Los presuntos abusos se cometieron cuando Lorenzo trabajaba en la iglesia San José Obrero de Berisso y en la parroquia Inmaculada Madre de Dios de Gonnet. Las víctimas declararon que su muerte «no repara el daño» y criticaron a la justicia.